Es evidente que en las sociedades actuales muchos aspectos relacionados con la profesión docente han propiciado debates, recomendaciones y críticas; algunos de ellos asociados a la calidad educativa, la formación docente inicial y continua, al desfase de los conocimientos que se ponen en juego en la formación, con los que se generan a partir del avance científico y tecnológico. De este modo, organismos internacionales como la unesco (1996), han propuesto algunas características que pretenden orientar los perfiles de futuros docentes, entre ellos: el dominio de los contenidos disciplinarios y pedagógicos propios de su ámbito de enseñanza, la modificación sustantiva del rol que tradicionalmente ha cumplido como transmisor, para convertirse en un facilitador y mediador entre los contenidos escolares y los aprendizajes de los alumnos, potenciando su capacidad de discernir,
seleccionar los contenidos escolares asociándolos a los conocimientos y saberes locales, haciendo uso de las pedagogías más adecuadas a cada contexto y a cada grupo con el que trabaja. Así, se propone una pedagogía activa que se funda en el diálogo constante, en la vinculación entre la teoría y la práctica, atendiendo a la interdisciplinariedad, la diversidad y el trabajo en equipo, cuyo desenlace previsto es la puesta en marcha de nuevas ideas, así como la generación de proyectos innovadores.